martes, 14 de diciembre de 2010

LA FERIA DE LOS HORRORES

Como cada año, por las mismas fechas, el circo vestía de color y de ilusión los pueblos por los que pasaba. No era un circo cualquiera. Era “El Circo de Pepo”. Pepo era el payaso más famoso de la época. No había niño que no soñase con Pepo o que no tuviese un juguete con su característico disfraz. Pepo amaba el circo. Era su pasión. En él nació, en él creció y en él se enamoró. Se casó, también en el circo, con una bella domadora de caballos y tuvieron tres hijos varones.

Uno de los gags que estaban en el repertorio de Pepo se hacía con la colaboración de “El Gran Vinicius”, un mediocre domador de leones hambrientos. Se usaba una caja de doble fondo en la que el domador metía a Pepo (aparentemente en la jaula de sus leones) y después de quitar la tela que cubría la jaula aparecía Pepo rodeado de un montón de leones de peluche a los que él fingía domar. Al público le hacía mucha gracia este número.

Pepo quiso hacer el número del domador con sus hijos, pues ya los inicaba en el mundo del circo y quería prepararlos para ser los mejores payasos del mundo. Al ser un juego mecánico y sin complicaciones, parecía perfecto para hacer debutar a sus niños de esta manera. Los pequeños se pusieron sus máscaras de payaso, fabricadas artesanalmente por su padre con todo su amor, se metieron en la caja y echaron esa tela negra por encima. Pero algo salió mal. El resorte de esa vieja jaula trucada no funcionó como debiera y los niños aparecieron en el mismo habitáculo de los leones que, sin dudarlo, comenzaron a devorarlos.

Pepo pedía ayuda pero el público reía y reía ajeno a aquella desgracia pensando que todo formaba parte del espectáculo. La imagen de esas familias riendo mientras los leones se comían vivos a sus tres hijos trastornó por completo al payaso. Cerca del Maestro de Ceremonias siempre había una escopeta cargada, como seguridad por si alguna vez hubiera un problema con las fieras. Pepo se abalanzó sobre ella y dió muerte a los leones, aunque demasiado tarde. El público seguía riendo y aplaudía mientras gritaban su nombre: “Pepo, Pepo, Pepo...”

Pepo tomó la máscara de uno de sus hijos, completamente rota y llena de sangre, se la puso y comenzó a disparar a todo el público que tenía delante. La masacre fue indescriptible. Dicen que los gritos de dolor y el llanto de Pepo se oyeron desde todos los pueblos aledaños. Dicen, que Pepo desapareció durante años y que gracias a su máscara, que encontraron flotando en el río, su cuerpo ahogado pudo recuperarse.

Sin embargo, desde ese momento, el mismo circo que triunfaba con las bromas de Pepo comenzó a ser protagonista de la desaparición de niños que acudían al espectáculo. Los cuerpos sin vida de esos niños eran hallados completamente destrozados, como si una jauría de leones hambrientos los hubiera devorado. Y una máscara rota y ensangrentada lucía en el centro de la pista uno de aquél que ya se conocerá como “La Feria de los Horrores”.

Ah… niños… son muchos los niños los vienen al Viejo Caserón a reirse. Por eso utilicé una vez más mis macabros conocimientos para traer conmigo a Pepo… y aquí se le ve feliz... porque sonríe cada vez que un niño traspasa la puerta. Esa puerta a la que hay que llamar tres veces.

1 comentario:

  1. Muy buena la historia de la feria, es un tanto traumática jeje, pero está muy bien relatada.

    saludos

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