Vlad III, el empalador (en rumano, Vlad Tepes) fue el príncipe de Valaquia, hoy sur de Rumanía, entre los años 1456 y 1462.
Famoso, entre otras cosas, por ser el más duro de todos los gobernantes del siglo XV, así como de ajusticiar y torturar a sus víctimas, empalándolos y mostrándolos como trofeos. Su manera de gobernar era utilizando el miedo.
Los habitantes de su región, y de fuera de esta, quedaban aterrorizados ante la visión de miles de personas empaladas (muchas de ellas agonizaban durante días enteros), y de ese modo Vlad Tepes se aseguraba de que nadie le desobedeciera. Tal era su crueldad, que a veces ordenaba que le sirvieran el desayuno frente a estos “campos de empalados”, entre los que se encontraban hombres, mujeres, ancianos y niños. Dejaba los cadáveres empalados durante meses, para que la visión y el olor a descomposición advirtieran al enemigo de que Vlad no se andaba con juegos.
Asesinó de este terrorífico modo a una innumerable cantidad de personas (entre 40.000 y 100.000 aproximadamente). Vlad odiaba los robos, el adulterio, la mentira, la mendicidad…y no perdonaba a nadie por su rango. Es más; cuanto más alto era el rango, más duro era el castigo que imponía.
Como anécdota, una de sus actuaciones en su reinado fue cuando la población se quejaba de los contínuos robos que sufrían por parte de ladrones y asaltantes en sus territorios, además de los pobres, que según Vlad no aportaban al país. Para erradicar esto organizó un festín en una casa de las afueras de la ciudad, al cual se invitó a pobres, ladrones, tullidos, leprosos, enfermos y pordioseros, y las grandes viandas y el vino estaban por doquier. Cuando ya todos estaban bien servidos de comida y borrachos de vino, Vlad se presentó con su guardia en la casa y preguntó a todos los allí reunidos si querían una vida sin privaciones ni preocupaciones y que todos los días se dieran festines como aquél, a lo que los mendigos y demás personas respondieron que sí y que había sido el mejor día de sus vidas. Vlad mandó a sus soldados que cerraran todas las puertas de la casa y prendieran fuego sobre ella. Nadie quedó con vida. Eliminó la pobreza acabando con los pobres. Esto se fue repitiendo con todos los mendigos en cada comarca de su principado. Llegaron a morir 3.600.
El siguiente grupo para él improductivo con el que quiso acabar fue el de los gitanos. Vlad reunió a los trescientos de una comarca, mandó que asaran a los tres líderes para que los demás los comieran o, a cambio, se alistaran al frente turco; si no, todos serían asados. Los gitanos optaron por lo segundo.
En el terreno de la guerra, era un gran estratega. Al contar con un ejército pequeño en comparación con los ejércitos de sus rivales, utilizaba tácticas como por ejemplo infectar pozos de agua, mandar enfermos de tuberculosis hacia regiones rivales y estrategias por el estilo.
Se dice que Vlad Tepes bebía la sangre de sus víctimas cuando se reunía en cenas con otros nobles. De ahí la leyenda de que disfrutara asesinando y bebiendo sangre.
Murió en batalla, pero su leyenda negra acababa de forjarse.
Debido a algunas novelas y versiones cinematográficas de Drácula, mucha gente piensa que Stoker basó su personaje en una figura histórica:
Vlad Tepes, conocido como Vlad el Empalador, y en leyendas de vampiros que circulaban en Europa oriental. Pero en realidad Tepes vivió en el siglo XV y fue príncipe de Valaquia, (que junto con Moldavia y Transilvania constituyó el reino de Rumanía).
Bram Stoker encontró una breve referencia al voivoda Drácula en un libro sobre Valaquia y Moldavia, en el que su autor decía en un pie de página: «Drácula, en la lengua nativa de Valaquia, significa 'diablo'». La sonoridad de este nombre le gustó a Stoker, que había llamado originalmente a su vampiro «conde Wampyr». Decidió entonces llamarlo «conde Drácula». Sin embargo, Stoker no conocía nada sobre la vida del verdadero Tepes (de hecho incluso hoy en día se desconocen muchos aspectos de su vida y de su muerte). En realidad, la novela Drácula no tiene relación con la vida de Vlad Tepes. Tampoco se sabe nada sobre la personalidad y la visión y filosofía de Vlad, por lo que haríamos mal en pensar que el personaje de Stoker está basado en la personalidad de esta figura histórica. Si bien se dice que Arminius Vambéry (en realidad, Ármin o Hermann Bamberger) dio amplia información sobre Transilvania y sobre Vlad Drácula a Stoker, la verdad es que Stoker y Vambéry se reunieron pocas veces en Londres, y no fue necesariamente para hablar de vampiros. Nunca mantuvieron correspondencia, y no existen pruebas de que Stoker conociera algo sobre Tepes.
La novela, publicada en mayo de 1897 (Westminster, Archibald Constable and Company), despliega erudición sobre vampirismo. El vampiro ha logrado conquistar la muerte, más que la inmortalidad, puesto que está condenado a vivir casi como un espectro. El término vampiro es eslavo: proviene del serbio "vampir" y del ruso "upir". No existe en rumano una palabra para designar al vampiro. Algunos traducen el término rumano "stregoi" como vampiro, pero este vocablo se refiere a una bruja o a un espectro. Algunos dicen que "nosferatu" es la palabra rumana que significa "vampiro"; pero, según otros, en realidad proviene del griego "nosophoro", que significa "portador del mal"; según otros más, Emily Gerard confundió dos palabras usadas en Transilvania para referirse a criaturas o espíritus malignos de tal suerte que ofreció el híbrido "nosferatu", que nada significa. La verdad es que la tradición europea de los vampiros como los que aparecen en la novela ni siquiera proviene de Transilvania, sino principalmente de Hungría, Serbia, Moldavia y los países eslavos. El vampiro es conocido «en todos los lugares en que ha existido el hombre», le hace decir Stoker a su personaje, el doctor Van Helsing, un médico experto en enfermedades oscuras. «Ha seguido el rastro del berserker islandés, del huno (engendrado por el diablo), del eslavo, del sajón, del magiar».
En las primeras páginas de su novela, Stoker insinúa la seducción horrorosa del vampiro. En un castillo decadente, rodeado de un paisaje invernal y solitario, un hombre cultivado, aristocrático y atemorizante acaba de franquear la entrada a un joven inglés con la frase clave: «Entre usted libremente y por su propia voluntad».
El conde Drácula no refleja su imagen en los espejos, y por eso en su castillo no hay ninguno; Jonathan se dio cuenta de esa extraña propiedad del conde en su propio espejo. Y es que la superstición decía que el vampiro había perdido su alma (las antiguas culturas relacionan la imagen reflejada con el espíritu). Drácula es peligroso, repugnante y veladamente sensual. Pronto se verá que convive con tres jóvenes vampiresas de figura voluptuosa. Esta imagen del vampiro no es un invento de Stoker: se había desarrollado ampliamente con anterioridad, desde la publicación del relato El Vampiro de Polidori en 1816 hasta la publicación de La buena Lady Ducayne: esta última obra, en 1896, un año antes de la publicación de "Drácula". El vampiro había tomado varios nombres: lord Ruthven, lord Seymour, sir Francis Varney; y había tenido mucho éxito en toda Europa en espectáculos de circo, obras de teatro, melodramas, óperas, novelas, cuentos y folletines.
Mediante los diarios que escriben los personajes principales (excepto el propio Drácula), cartas que se intercambian, telegramas, noticias de prensa, albaranes y facturas, Stoker desarrolla una historia, con pequeños saltos en el tiempo bien administrados, en la que se revela la desmesurada ambición de poder de Drácula, quien se traslada a Londres y mueve ejércitos de ratas, niebla, lobos, murciélagos y tormentas para lograr su objetivo.
Stoker conocía los detalles de la superstición y atribuye a Drácula los rasgos peculiares del vampiro, tales como:
- La capacidad de hacer que cambie el tiempo.
- Lograr obediencia de seres repulsivos, como las ratas, moscas, arañas y los murciélagos, pero también de los lobos y los zorros.
- Telepatía, control mental.
- Una fuerza sobrehumana.
- Convertirse en animal o en niebla.
- Perder facultades durante el día. El vampiro huye de la luz diurna, que lo debilita pero no lo destruye: puede moverse a medio día durante un escaso período de tiempo (el conde Drácula, en la novela, aparece a plena luz del día buscando a Mina Harker).
- Dormir sobre tierra, traída de su lugar natal, en el interior de un ataúd.
- Beber sangre humana (su único alimento) y convertir en vampiros a quienes aseste su mordedura fatídica y bautice con su propia sangre haciéndoles beberla. Si únicamente son mordidos, no se transforman en vampiros.
- Se le puede mantener a raya con crucifijos, ristras o flores de ajo, la Sagrada Forma consagrada y agua bendita; pero para que muera realmente, se le ha de clavar una estaca en el corazón o se lo ha de decapitar.
El Drácula de Stoker tiene todos los elementos de los vampiros que lo precedieron, más algunas características tomadas del hombre lobo, cuya historia había sido publicada poco antes.
Drácula, no podía faltar en El Viejo Caserón.